mercredi 26 février 2014

Santiago 100 palabras

Bonjour tout le monde,

En 2002, une agence de production, Plagio, associée au Métro de Santiago, a lancé un concours d'écriture de nouvelles courtes. Vous l'aurez compris au titre: 100 mots! Le sujet, inchangé tous les ans depuis, est la ville et/ou Santiago. Ce concours s'est voulu d'une simplicité extrême: pas de frais de participation, ouvert à tous les résidents ou chiliens à l'étranger, dépôt des textes par internet...
Lors du lancement, les organisateurs ne s'attendaient pas à un tel succès. Les textes devaient se déposer dans des urnes placées dans les stations de métro. Le dernier jour, des files se formèrent devant les boîtes pleines pour déposer les textes!
L'idée d'un tel concours dans le métro est brillante. A la vue de la première pub, on ne s'arrête pas. Mais les Santiaguinos passent, pour la plupart, beaucoup de temps dans le métro. A la seconde vue, on lit le texte de la publicité. A la troisième, on se dit "ce n'est pas pour moi". A la quatrième "enfin, pourquoi pas". A la cinquième on a la flemme, à la sixième on écrit un brouillon sur son portable, et à la septième on participe!
L'année passée, plus de 50 000 textes sont entrés en compétitions. Seuls 12 finalistes sont sélectionnés. Un prix du public, suite à un vote sur un internet est également décerné. 
Suite à la cérémonie, un livre des 100 meilleurs contes est publié. Les illustrations correspondent à une autre branche du concours.
J'aime beaucoup cette idée de concours très participatif, qui permet d'inclure les gens dans les lieux (ici le métro) où ils évoluent. Un endroit comme le métro, où les personnes sont extrêmement passives, peut devenir un lieu d'imaginaire, de lecture (les contes sont affichés sur les panneaux publicitaires). 
Sans non plus y avoir dédié beaucoup de temps, j'ai écrit les cinq textes suivants, puisqu'il est possible d'en envoyer cinq. Les lecteurs assidus du blog se rendront peut-être compte que les deux derniers sont des adaptations d'articles du blog. Le second parle de mon expérience en sortant du Museo de la Memoria y de los Derechos Humanos, il y a quelques semaines (plus complexe à comprendre pour vous). J'ai essayé de dépeindre des sensations ou expériences réellement vécues.

Y siempre, las montañas
Ellas me dieron mi primera bienvenida, aunque nunca supe si fue fría o solo curiosa. Se mezclaban las voces, se perdían mis pies. Descubrí barrios, calles, me encontré con sueños asfixiados por una historia que no conocía. Me apropié de estas palabras que saltan de boca en boca demasiado rápido para que pudiera atraparlas. Me perdí mil veces en la locura de la ciudad. Y mientras que me hundía en su demencia, me miraban, quietas, riéndose en silencio. Todavía me pierdo; me paro y las busco en una esquina. Veo las nubes cansadas de la ciudad. Y siempre, las montañas.

Memoria fresca de un día lejano
            Salí del museo con la cabeza vacía, o quizás demasiada llena. Crucé la calle y su flujo perpetuo de autos sin darme cuenta que estaban. El calor tampoco alcanzaba mi piel. Solo escuchaba mi respiración y el batido lento de mi corazón. Entré en el parque, buscando aire, buscando sentido. Caminé como un fantasma entre los gritos felices de los niños bañándose en las fuentes. Me senté en una banca, mirando este presente tan lejos, pensando en una memoria tan cerca. En las vidas gastadas. Poco a poco crecieron en mi oído los ruidos del parque. De las vidas salvadas.

Otro día inseguro
¿Escuchaste de las mafias de la Quinta Normal? Dividen el parque en territorios. Cada uno hace su negocio en su zona, y nadie intenta cruzar las fronteras. Ayer estaba sentada en la sombra, y se reunieron al lado mío. Empezaron a pelear, porque un novato no había respetado este acuerdo tácito. Gritaron, mirándose de reojo, q ver quien soltaba el primer mangazo. Al final los viejos se fueron. Todos volvieron a su negocio. El joven que acusaban se me acercó con cara amenazante: “¡Helado fresco, fresco el helado!”. Pero yo me compré una hamburguesa de soya saliendo del parque.

Catástrofe natural en Santiago
            Es un hecho tan excepcional que puedo escribir que hoy, llueve. Las nubes chilenas se aplican: la lluvia no para. Buscando refugio en el metro, los altavoces nos dan la bienvenida anunciando que el tráfico está perturbado por la lluvia. No, no es tan absurdo: la línea cuatro es aérea. La desaceleración del metro es muy relativa, pero la lluvia se vuelve excusa universal. Los profesores miran a los atrasados con el pelo un poco húmedo con cara compasiva. La lluvia es sinónimo de catástrofe, ya que los temblores son tan banales. De hecho, nadie sintió él de esta mañana.

De intercambio al otro lado del mundo?
            Los obreros chilenos del edificio al lado del mío se pusieron a escuchar y cantar “La bohème”. Yo estaba estudiando para mi examen de Historia de Chile en el siglo XX. Cerré la ventana, pensando que eso tenía que ser la globalización.



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